Para poder responder esta pregunta recurriremos a la nutrigenética. Ésta es una rama de la genómica nutricional, que tiene como objetivo estudiar como las distintas variantes genéticas de las personas influyen en el metabolismo de los nutrientes, la dieta y las enfermedades asociadas a ésta.
La información genética de cada persona condiciona su estado nutricional y cuanto mejor conocemos esta parte, más fácil nos resulta actuar sobre el resto de factores que complementan nuestro estado de salud. En la actualidad se conocen numerosos genes que están involucrados en el metabolismo de los hidratos de carbono, lípidos, proteínas, vitaminas y minerales. Dentro de estos genes se encuentran aquellos asociados a desarrollar obesidad. Estos últimos están involucrados en numerosas vías metabólicas como en el control de la saciedad en el sistema nervioso central, en el procesamiento de los lípidos y en la acumulación de grasas.
La obesidad es una enfermedad compleja y multifactorial, puesto que es el resultado de la interacción entre factores genéticos, conductuales y ambientales que pueden influir en la respuesta individual a la dieta y la actividad física. Se ha demostrados que hábitos como el consumo excesivo de bebidas azucaradas y alimentos ricos en grasas saturadas potencian la acción de los genes de predisposición a obesidad y que la actividad física atenúa estos efectos. Se han asociado numerosos genes a una predisposición a la obesidad como PCSK1, POMC, MC4R, OBR, FTO. Por otro lado, existen aproximadamente 30 síndromes genéticos que presentan obesidad como parte del cuadro clínico.
Otro factor a tener en cuenta es cómo afecta al metabolismo la microbiota del cuerpo humano. Los seres humanos tenemos grupos de bacterias beneficiosas o inocuas que residen en diferentes partes de nuestro cuerpo formando la microbiota. El microbiota intestinal (anteriormente llamada microflora intestinal) es la población de microorganismos que habitan en nuestro intestino y que son necesarios para el correcto funcionamiento del sistema digestivo. Se ha demostrado que hay interacción compleja entre estos microorganismos, el sistema inmunológico, el metabolismo y la dieta. A su vez, al igual que la regulación de la expresión de nuestros genes, la complejidad de la microbiota está fuertemente condicionada por los alimentos ingeridos.
Para concluir, podríamos decir que la respuesta diferencial de un organismo a un mismo tipo de alimentación va a depender de numerosos factores como la composición genética de la persona, la microbiota y su mantenimiento, nuestro estilo de vida y de la actividad física realizada. Incluir en nuestra dieta comida y bebidas “chatarras” no solamente afecta nuestro organismo por la incorporación de calorías sin valor nutricional, si no que potencia la predisposición a sufrir obesidad estimulando la expresión de genes asociados a esta enfermedad y afecta nuestro microbiota intestinal. Finalmente es importante remarcar que conocer la secuencia de los genes involucrados en nuestra nutrición nos permite adaptar nuestra alimentación a las necesidades corporales de cada uno