La determinación de la paternidad ha sido una preocupación desde hace milenios. Un caso muy resonante fue el del hijo de Cleopatra que terminó en el asesinato de Julio César ya que su presunta paternidad creó un problema político muy grande entre Egipto y Roma. Desde esas épocas hasta 1900 el «parecido físico» era el único parámetro mediante el cual se podía tratar de dilucidar si un hombre era o no el padre biológico de un niño. Obviamente, éste era un método sujeto a interpretaciones subjetivas y muy poco certero.
En la búsqueda de una solución, se propuso el sistema ABO de los grupos sanguíneos como metodología para determinar la paternidad. El problema es que esta técnica era limitada ya que solo permitía determinar en qué casos el presunto padre NO era el verdadero padre biológico, pero no podía determinar con ningún grado de certeza si un padre presunto Sí era en efecto el padre biológico. Es por esto, que la mayoría de las veces estas pruebas arrojaban que » era probable que el hombre pudiera ser el padre biológico de la criatura». Posteriormente se sumó a este sistema el factor Rh contribuyendo a descartar nuevos casos de paternidad, pero aún con el mismo problema.
Esto fue solucionado con la aparición de las técnicas moleculares. Los primeros estudios fueron realizados teniendo en cuenta los antígenos asociados a los glóbulos blancos llamados sistema HLA permitiendo determinar el grado de paternidad con una certeza aproximada del 80%. Sin embargo, este era un valor aún insuficiente ya que existía un porcentaje muy elevado de posibilidades de que el presunto padre no fuese el padre biológico como lo indicaba el estudio.
Es por esto que actualmente se utilizan regiones del ADN que presentan variabilidad entre los individuos, es decir regiones del ADN que son muy diferentes entre las personas de una población. Si se analiza un número suficiente de este tipo de regiones se puede obtener un perfil genético identificador que permita distinguir en forma precisa a cada individuo de una población (a excepción de los gemelos), de modo que la probabilidad que dos individuos sean genéticamente iguales es prácticamente nula. Esta huella genética la heredamos de nuestros progenitores y analizándola comparativamente podemos determinar con un 99,99% de certeza un vínculo de paternidad. En nuestro laboratorio, mediante la aplicación de esta técnica podemos ofrecer este tipo de estudio a muy bajos costos y con tiempos de entrega de resultados reducidos. Pedí tu turno vía on-line aquí.